La región agrícola denominada Alto Valle de Río Negro comprende los valles inferiores de los ríos Neuquén, Limay y superior del Río Negro. En esta hermosa comarca, las tierras cultivables se encuentran ubicadas en las terrazas de los ríos. Están delimitadas por escarpas de meseta patagónica que las circundan. Localmente se las conoce como “las bardas”.
En el interior de los valles se producen cultivos intensivos de árboles frutales, principalmente perales y manzanos, pero también de frutas de carozo, como la ciruela o el durazno. Estos valles están dispuestos en parcelas perfectamente divididas por barreras protectoras contra el viento, constituidas por filas de álamos.
La helada meteorológica: un fenómeno silencioso
Conociendo las heladas y su clasificación
La helada meteorológica suele ser un fenómeno silencioso. En su versión radiativa, no cae, no se levanta, ni se asienta. Se produce por enfriamiento del propio suelo, cuando la tierra pierde energía y el aire que está en contacto se enfría, alcanzando temperaturas medidas a 1,5 metros de altura por debajo de 0 °C. La helada agrometeorológica es un fenómeno donde el descenso de la temperatura tiene efectos perjudiciales sobre los cultivos, incluso con temperaturas positivas dependiendo del tipo y etapa de desarrollo de la planta. Si la temperatura que marca el termómetro empieza a bajar, se acerca a cero, los productores se ponen alerta, ya que pueden empezar los problemas.
Además de la distinción entre heladas meteorológicas y agrometeorológicas, este fenómeno también se clasifica por su origen. Las heladas “radiativas”, que son las más comunes, se producen cuando las noches son todavía lo suficientemente largas como para que el enfriamiento luego de la puesta del sol sea prolongado. Cuando a ese enfriamiento se le suman cielos despejados, sin viento y aire con baja humedad relativa, se producen heladas. En estas condiciones, la tierra se enfría rápidamente y enfría el aire que está por encima. Sin embargo, en el caso de las heladas tardías que se dan durante la primavera, las noches son más cortas y por lo tanto también la duración de las heladas, pero las mismas pueden ser muy intensas.
Otro tipo de helada es la “advectiva”. Esta se da cuando ingresa a una región una masa de aire muy frío, de origen polar continental o antártico, dando lugar a temperaturas negativas que vienen acompañadas de fuertes vientos. Estas resultan muy dañinas para la producción ya que son heladas difíciles de combatir con los métodos tradicionales que fueron diseñados para contrarrestar los efectos de las heladas radiativas (calefactores, riego o ventiladores) que se dan en ausencia de viento. Entre estos dos tipos de heladas pueden darse situaciones mixtas en diferentes momentos durante la noche.
Finalmente, hay un tercer tipo de helada que se produce por evaporación. Es poco frecuente, se la conoce poco y ha sido escasamente abordada, pero es bastante peligrosa. En esta situación meteorológica, posterior al pasaje de un frente frío que haya producido precipitación, el aire se enfría durante la noche y las gotas, depositadas sobre las plantas y sobre las superficies, comienzan a evaporarse. Este cambio de estado del agua, de líquido a gaseoso, demanda energía. Ésta saldrá de las plantas, que se enfriarán por debajo de los 0 °C y luego se helarán.
De fríos buenos y fríos malos
La peligrosidad de una helada agrometeorológica depende del momento del año en que se produce y del estado fenológico de la planta. Enzo Campetella es licenciado en Ciencias de la Atmósfera y trabaja produciendo pronósticos para la zona del Alto Valle y del Valle Medio de la Patagonia desde los años 90. Él nos explica un poco la importancia que tiene conocer la relación entre la helada y la producción. Sostiene que no todos los “fríos” son malos y su benevolencia depende del momento del año en que se producen.
“Hay un momento del año en que las heladas son bienvenidas, especialmente en actividades productivas como la fruticultura del Alto Valle en el invierno. Las plantas necesitan acumular una determinada cantidad de horas de frío, cada variedad tiene sus requerimientos. Hacia la primavera, cuando avanza la temporada, completan la cantidad de frío necesaria y a partir de allí, a medida que se desarrolla el período de floración, una helada tardía (septiembre-octubre) puede generar un daño que va de una merma a la pérdida total de la producción”, sostiene Campetella.
Este tipo de heladas tardías o “primaverales” son bastante frecuentes debido a las condiciones presentes en el entorno. Hoy en día, sin embargo, los especialistas y productores discuten si es un fenómeno cada vez más infrecuente en los últimos 30 o 40 años, pero la falta de estadísticas impide arribar a resultados concluyentes. Sin embargo, la experiencia de los productores indica que el año 98 fue el último registrado con muchas heladas. No hay un número exacto, pero se calcula que sobre 60 días, esa primavera, helaron 52. Es decir que heló casi todo los días. Sin embargo, quienes habitan la zona desde hace tiempo perciben que no ha habido eventos tan severos -en magnitud y en duración- como los que se desarrollaban en los años 40 o 50.
“Las heladas afectan de forma variable y con distinta magnitud al total del área productiva, yo no diría que son menos frecuentes, lo que sí he notado es que en los últimos 30 años se han hecho más débiles después de la primera semana de octubre, que solía ser la que se llevaba toda la producción”, sostiene Manuel Laino, Ing. agrónomo que trabaja desde 1979 en la producción de peras y manzanas en la región.
Parece un error de la naturaleza: ¿Cómo es que en una zona de ocurrencia de heladas se produzcan frutos tan vulnerables a ellas? Enzo Campetella explica que eso, en realidad, es relativo:
“Es un debate. Conozco muchos productores que 15 años atrás invertían mucho dinero en la fruta de carozo y hoy se han retirado. Es un equilibrio entre el riesgo y el beneficio. Si uno tiene una variedad de algo que es primicia, en el sentido de que puede cosechar antes que el resto, llega antes al mercado y, por tanto, puede lograr mejores precios a costa de saber que habrá un riesgo mayor en relación a las heladas. No es un debate meteorológico, pero desde la meteorología uno puede decir ‘sí, puede haber riesgo’”, afirma Campetella.
En términos meteorológicos, la región no es afectada únicamente por el fenómeno de las heladas, también está expuesta al granizo y a las olas de calor, entre otros. Los tres fenómenos se diferencian entre sí por una cuestión de escalas temporales y espaciales en las que se producen.
“Los fenómenos meteorológicos que afectan la producción regional van desde los vientos fuertes, que alcanzan los 70 u 80 kilómetros por hora, hasta las insolaciones excesivas; en verano estamos en una zona de alta heliofanía. También la caída de granizo y las heladas primaverales. Y en los últimos años se sumó otra variable, la ocurrencia de lluvias en el período pre-estival que generan un ambiente propicio para el desarrollo de hongos, en especial la sarna del manzano y el peral. Aunque las heladas son, sin lugar a dudas, el más generalizado de todos los eventos meteorológicos perjudiciales y el que suele afectar un área mayor”, afirmó Laino.
El granizo es un fenómeno de corta duración y muy localizado. Entonces, cuando genera pérdidas, lo hace sobre una parte de la producción; por este motivo los productores tienden a comprar campos dispersos. Las olas de calor, que afectan a extensas regiones, a veces son persistentes e intensas, abarcando escalas temporales largas y provocando la decoloración de las frutas, lo que les hace perder valor comercial. Al lado de estos dos fenómenos, las heladas, cuando son intensas, abarcan a toda la región. Sin embargo, pueden darse casos donde estas se presentan en zonas más acotadas:
“En heladas más chicas, por diferencias locales como el tipo de suelo, se presentan casos en los que en una punta del Valle puede haber 10 grados sobre cero y a 40 kilómetros, los productores pueden estar peleando una helada de tres grados bajo cero”, sostiene Campetella.
La incesante lucha contra las heladas
Hace años, algunas mañanas durante la transición del invierno a la primavera, la población del Alto Valle amanecía cubierta por una capa de humo muy espeso que se colaba en las casas, en los roperos, impregnándolo todo. Se trataba de humo de caucho, proveniente de la quema de neumáticos que era la técnica privilegiada por los productores para mitigar los efectos del frío en las plantas y sus frutos. La población quemaba cosas para irradiar calor en los alrededores de la planta y que la helada no la alcance.
“Había un mito entre los productores hace 20 años que decía que en realidad lo que ayudaba en este proceso no era el fuego de las cubiertas, sino el humo. Fue bastante duro desde lo meteorológico hacerles entender que era al revés, que cuando ellos generaban mucho humo de caucho, la helada se prolongaba. El humo negro, cuando salía el sol, impedía que éste volviera a calentar el suelo y el suelo caliente el aire. Entonces una helada que tenía que terminar a las 8 de la mañana, terminaba a las 11”, recuerda Campetella.
Hoy las técnicas para combatir las heladas fueron mutando. Por razones medioambientales y de salubridad, el gobierno local prohibió este tipo de prácticas al tiempo que se fueron desarrollando nuevas, como el riego por aspersión o la irradiación de calor con calefactores. Esta última es la más utilizada y tiene un sistema que evita que la combustión sea liberada al aire libre. Algunos productores también hicieron el esfuerzo de invertir en sistemas de riego por aspersión, pero éstos requieren de una infraestructura y un mantenimiento mucho más costoso.
Las heladas son la principal amenaza meteorológica para la producción del Alto Valle ya que generan la mayor cantidad de pérdidas en la producción cada año. Sin embargo allí el panorama es mucho más complejo y hay muchas variables que se suman.
“Los pronósticos son de vital importancia para la logística y la preparación de las acciones en los días previos al fenómeno. El pronóstico, al indicar la ocurrencia y la magnitud de la helada, permite decidir en relación al estado fenológico del cultivo en ese momento, si actuamos o no o qué tipo de acciones llevaremos a cabo de ocurrir el fenómeno. Nos permite organizar en tiempo y forma las demás acciones que se deben realizar en el monte frutal, aplicaciones de agroquímicos o labores culturales que no se pueden hacer con temperaturas bajas o con suelos anegados por la defensa activa contra las heladas”, concluye Laino.
Como se ve, el aporte de la meteorología frente a este fenómeno es amplio y es crucial para la región, principalmente en la organización de medidas de advertencia y de protección contra las bajas temperaturas, en el estudio de tecnologías alternativas no contaminantes para la lucha contra las heladas y en la utilización eficiente de los métodos convencionales. La información meteorológica contribuye a un mejor manejo y planificación de los cultivos frutihortícolas.
Otra clasificación: helada negra y helada blanca
Las heladas como fenómeno meteorológico más general se producen cuando la temperatura del aire desciende a valores negativos (por debajo de 0 °C). En las heladas negras, que son las más severas, aparte de registrarse temperaturas muy bajas, del orden de -10 °C, el contenido de humedad del aire es también bajo. Estas heladas tienen efectos nocivos para la agricultura ya que se congela el agua contenida en el interior de las plantas y como el agua al congelarse aumenta de volumen, rompe los tejidos internos y la planta se muere.
Si el contenido de humedad del aire es medio-alto, el enfriamiento que tiene lugar en las noches calmas de cielos despejados logra saturar el aire junto al suelo, formándose gotas de rocío o de escarcha sobre las hojas de las plantas. En invierno, con temperaturas por debajo de 0 °C, las gotitas líquidas se pueden congelar sobre los distintos elementos de la vegetación, dando lugar al fenómeno que se conoce como rocío blanco. Tanto a la escarcha como al rocío blanco los identificamos también como una helada blanca. Éstas suelen ser benignas, ya que al formarse esos pequeños cristalitos de hielo, se libera, en el entorno de los lugares donde se deposita la escarcha, una cantidad de energía suficiente para que que el enfriamiento neto del aire sea menor, a la vez que la capa de hielo constituye una protección ante posteriores enfriamientos, aislando los órganos de las plantas a los que cubre.