¡Qué diferente sería la vida en este planeta sin nuestro campo magnético! Hoy, este campo se encuentra bastante estable y la vida prolifera en la Tierra, pero en los inicios de la biósfera, hace más de 42 millones de años, hasta sus más mínimas variaciones causaban desastres ecológicos que arrasaban con gran cantidad de organismos.
Es que este campo magnético es una coraza natural que nos protege de los impactos masivos de energía y radiación provenientes del Sol, y nos aísla por completo de la radiación que emiten las galaxias, otras estrellas y demás cuerpos celestes que existen en el Universo. Por eso, mientras este escudo exista, acá, en la superficie terrestre, no tenemos de qué preocuparnos.
Te puede interesar | Desde lejos sí se ve
Sin embargo, este escudo protector no es inmutable y está en constante cambio. Si bien estas variaciones son parte natural del sistema, la preocupación surge ante la posibilidad de que el campo magnético se debilite o, en el peor de los casos, desaparezca. ¿A qué nos enfrentaríamos? La investigación en este campo es crucial para entenderlo y prepararnos.
Un escudo contra la furia solar
De la misma manera en que el Sol es la fuente de energía para la vida, la estrella más brillante del cielo también es capaz de exterminarla. Los ciclos solares, que duran aproximadamente unos 11 años, son periodos cíclicos en los que se pasa de una alta a una baja actividad solar. Cuando se alcanzan los máximos del ciclo, el Sol suele tener una gran cantidad de manchas oscuras en su superficie, y de ellas parten partículas desde explosiones repentinas de energía.
El pasado 5 de mayo, una mancha solar de un tamaño 15 veces mayor al de la Tierra, se formó en la superficie del Sol. Unos días después, el 10 de mayo, se produjo una enorme eyección de partículas en dirección a nuestro planeta.
Las emisiones de energía solar a veces van acompañadas de una eyección de masa coronal (EMC), que son enormes burbujas de radiación y partículas del Sol que cruzan el espacio. Este flujo continuo de partículas, que puede viajar a velocidades que superan los 800 kilómetros por segundo, se conoce como tormenta solar.
Gracias al campo magnético terrestre, cuando este viento solar (el flujo proveniente del Sol) se aproxima a nuestro planeta, estas partículas se mantienen lejos de la superficie. Pero si ese escudo se debilitara o desapareciera, las partículas avanzarían a toda velocidad erosionando la atmósfera y arrastrando consigo los gases esenciales para la vida, como el oxígeno y el nitrógeno.
La importancia de tener un campo magnético estable es algo que los científicos conocen desde hace más de un siglo. Por eso, alrededor de todo el mundo hay lugares desde donde se monitorea su estado y se miden y registran cada una de sus variaciones durante las tormentas solares. Y Argentina fue pionera en hacer estas mediciones.
El Servicio Meteorológico Nacional cuenta con 2 observatorios geofísicos centenarios y una estación magnética que diariamente miden el campo magnético terrestre. Ellos están ubicados en Pilar, provincia de Córdoba, en Orcadas del Sur, Antártida, y en Cipolletti, provincia de Río Negro.
Medir una tormenta histórica
La tormenta solar del pasado viernes 10 de mayo tuvo una intensidad pocas veces vista. Gracias a la mediciones realizadas en los observatorios, fue catalogada como G5-Extrema. Normalmente se utiliza una escala de 5 niveles para clasificar la intensidad de las tormentas solares o geomagnéticas, conocida como la escala G de tormentas geomagnéticas. Estos niveles se basan en el índice geomagnético Kp, que se utiliza para clasificar la magnitud de una tormenta solar y cuantifica el comportamiento del campo geomagnético.
Durante la tormenta, nuestros magnetómetros ubicados en Orcadas, Cipoletti y Pilar, registraron un valor máximo de 9 en el índice Kp, que varía de 0 a 9. Esto la convierte en la tormenta más intensa registrada en las últimas dos décadas. Desde el año 2003, que no se registraba otra tormenta solar que alcance el valor kp=9.
Otra variable muy importante medida en los observatorios fue el índice geomagnético Dst (Disturbance Storm Time), que se utiliza para monitorear las corrientes de magnetosfera terrestre. Un valor de DST negativo, significa que el campo magnético terrestre está debilitado y esto ocurre durante las tormentas solares.
En los datos, el índice Dst alcanzó valores por debajo de los -400 nT (contra los -383 nT que tuvo la tormenta del 2003) y se observa como el campo magnético continuó perturbado durante los días siguientes al evento.
Además, los registros de las variables H,D,Z y F, que son representaciones matemáticas del campo para analizar su respuesta a la tormenta, tuvo un comportamiento consistente con la llegada del viento solar. En los gráficos se observa que cuando hay un salto en el valor del viento solar, todas las componentes del campo magnético se alteran, y cambian abruptamente sus valores, que pasan de unos 70 nT a unos 700 nT.
Estos datos, junto con la gran cantidad de auroras que se vieron durante la noche del viernes, son la evidencia de que todo está en orden con nuestro campo magnético y que cumplió su función de barrera protectora durante la supertormenta solar.