Un adversario en los aires | Servicio Meteorologico Nacional.

Un adversario en los aires

El aumento de los vuelos -principalmente comerciales- en las últimas décadas evidenció un nuevo “enemigo” de los motores. La creación de los Centros de Avisos de Cenizas Volcánicas (VAAC) implicó un trabajo global para la detección temprana y el correcto seguimiento de las partículas originadas en las erupciones volcánicas.

Autor: Valentina Rabanal




La conquista del cielo con distintas “máquinas voladoras“ concretó un deseo casi prehistórico: alzarse como pájaros. El humano comenzó a considerarse casi una deidad que podía atravesar, por grandes distancias, los continentes, los mares y la atmósfera.

Sin nada que se interponga, el periodo entre guerras mundiales llevó a un auge en la aviación y la tecnología para hacer volar al hombre. Pero no fue hasta los años 80 que las tripulaciones se encontraron con un obstáculo que afectaba cada vez más al tráfico aéreo: la ceniza volcánica.

Aunque los volcanes y sus erupciones han formado parte del planeta Tierra desde los inicios, el crecimiento exponencial de la aviación comercial llevó a explorar nuevas rutas y niveles de la atmósfera donde se pensaba que nada podría afectar a las aves metálicas. Hasta que los encuentros en pleno vuelo fueron cada vez más frecuentes y se decidió tomar cartas en el asunto.

Así fue como en 1998, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) creó los Centros de Avisos de Cenizas Volcánicas (más conocidos por sus siglas en inglés: VAAC) para el monitoreo y pronóstico del movimiento de las cenizas volcánicas en la atmósfera.

La inmensa cantidad de volcanes alrededor del globo llevó a que se establecieran nueve centros mundiales VAAC, cada uno con un área de responsabilidad bien delimitado:

Un VAAC muy cerca

La confluencia de las placas de Nazca, Antártida y Sudamericana, y el hundimiento de las dos primeras por debajo de la última, son el origen de la cadena montañosa continental más larga del mundo: la cordillera de los Andes. Es por esto que toda América del Sur concentra centenares de volcanes en su margen occidental.

Los que se ubican en la zona centro y sur del subcontinente, en su mayoría en la frontera Chile-Argentina, son monitoreados constantemente desde la sede central del Servicio Meteorológico Nacional, donde reside el VAAC Buenos Aires.

Con 156 volcanes dentro de su área de responsabilidad, el VAAC Buenos Aires comprende 17 regiones de información de vuelo (o FIR, por sus siglas en inglés) en las cuales, en mayor o menor medida, la presencia de ceniza modifica el desarrollo de actividades.

A pesar de contar con al menos 15 volcanes que se hicieran notar en los últimos años, el VAAC Buenos Aires no trabaja solo. A nivel regional, su principal apoyo reside en los distintos observatorios vulcanológicos, quienes de manera rutinaria reportan la actividad de aquellos que se encuentran dentro de sus fronteras nacionales: el Instituto Geofísico del Perú, el Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile y el Servicio Geológico Minero argentino. La información de cada uno de estos organismos es vital para que se haga un correcto seguimiento de los volcanes que “despertaron”.

Pero el trabajo del VAAC va más allá del monitoreo: la observación es el insumo de los modelos de dispersión de ceniza y pronósticos, para poder conocer la evolución y la trayectoria que seguirá la nube de partículas.

Entonces, ¿cómo es el proceso para dar aviso de la presencia de ceniza?

  1. El volcán entra en erupción

  2. Se avisa al VAAC Buenos Aires. Puede ser desde un observatorio, una Oficina de Vigilancia Meteorológica (OVM) próxima al volcán, un pronosticador a través de imágenes satelitales o un piloto que transmite el mensaje al Centro de Control de Área (ACC) correspondiente.

  3. Se emite el primer mensaje (VAA inicial) → máximo 20 minutos

  4. Se envía el VAA completo → máximo 75 minutos

  5. Se continúa monitoreando y emitiendo nuevos mensajes cada 6 horas como máximo.

Los mensajes se emiten siempre en el mismo estilo estandarizado a nivel internacional, tanto en formato texto como gráfico. En ambos se incluye también la evolución de los modelos para las próximas 18 horas (con el tiempo referenciado en UTC, teniendo en cuenta que nuestro país se encuentra en UTC -3).

    


La cantidad de mensajes -o avisos- que se generan desde la VAAC depende de cuántos volcanes estén en actividad. Puede ser una jornada tranquila, donde se vigila pero sin detección de partículas en la atmósfera. O, por el contrario, días como los que se vivieron en noviembre de 2019, donde el pronosticador de turno custodiaba tres volcanes activos con emisiones (Sabancaya en Perú, Copahue y Nevados del Chillán en Chile).

Si bien se sabe que cada cierto tiempo los volcanes despiertan, el periodo de actividad suele durar como máximo algunos meses. Pero toda “regla” tiene su excepción y en el caso del VAAC Buenos Aires este es el Sabancaya, ubicado al sur de Perú. Desde 2016, este volcán de una altura de 5975 metros está teniendo decenas de emisiones por día, lo que conlleva un monitoreo constante y la emisión de alrededor de 1400 avisos por año desde 2017.

Aunque el foco de cada VAAC es su área, los nueve centros trabajan en conjunto. Una de las tareas operativas que involucra a más de un VAAC es, por ejemplo, la transferencia de ceniza desde un centro a otro cuando se está por cruzar de una región de responsabilidad a otra.

El futuro de los VAAC

Además de coordinar diversas acciones de manera rutinaria, entre todos los VAAC trabajan para mejorar continuamente la forma de monitorear y pronosticar la evolución de las nubes de ceniza volcánica.

Uno de los proyectos que vienen desarrollando es la implementación de un pronóstico operativo de concentración de ceniza, es decir la cantidad de partículas que se presentan en un determinado volumen de aire. El impacto de la ceniza en las aeronaves, a partir de ciertos umbrales, comenzó a estudiarse con más en detalle luego de la erupción en 2010 del volcán islandés Eyjafjallajökull. Las explosiones, a pesar de ser relativamente pequeñas, tuvieron un enorme impacto en la aviación en Europa, con la cancelación de 100 mil vuelos en más de 20 países durante la primera semana.

Las consecuencias de esta erupción fueron tan grandes, que se empezó a analizar la posibilidad de volar siempre y cuando la cantidad de partículas en la nube de ceniza se mantuviera bajo ciertos parámetros. Esta propuesta implicaba un cambio radical en la manera de proceder por parte de toda la aviación civil, ya que hasta el momento cualquier indicio de ceniza, por más mínimo que fuera, implicaba (aún hoy) el cierre del espacio aéreo.

A nivel global, se espera que esta innovadora manera de pronosticar se comience a utilizar en 2023, pero hay países que llevan años trabajando en fases experimentales. Entre ellos, el VAAC Buenos Aires, que utilizó este tipo de pronóstico durante la erupción del Cordón Caulle en 2011.

Los volcanes y sus erupciones han formado parte de la vida en la Tierra desde siempre. La curiosidad del ser humano por comprender lo que sucedía a su alrededor y su deseo de alzarse por los cielos, llevaron a que podamos transportarnos miles de kilómetros y conocer, aún mejor, los impedimentos que se presentan. Hoy, las tripulaciones de las distintas aerolíneas no son meros receptores de la información que se genera, sino que con los reportes emitidos en vuelo contribuyen continuamente a una mejor localización y seguimiento de la ceniza volcánica.

 



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