Pronóstico estacional: entre el tiempo y el clima | Servicio Meteorologico Nacional.

Pronóstico estacional: entre el tiempo y el clima

Observar, recordar y utilizar lo comprendido para sacar conclusiones acerca de lo que puede pasar a continuación son acciones inherentes al ser humano. Así fue cómo los intentos por pronosticar qué condiciones prevalecerán en el futuro han conducido a resultados auspiciosos. Sin embargo, los interrogantes continúan desafiando a la ciencia, que busca acercarse a la sociedad con respuestas a sus demandas.

 


 

Autor: María Eugenia Bontempi




Observar, recordar y utilizarlo para sacar conclusiones acerca de lo que puede pasar a continuación, son acciones inherentes al ser humano. Así fue cómo, desde los pobladores de las costas del Perú que observaron la disminución de la pesca asociada al calentamiento del Pacífico hasta los científicos actuales que modelizan los procesos oceánicos y atmosféricos, los intentos por pronosticar qué condiciones prevalecerán en el futuro han conducido a resultados auspiciosos. Sin embargo, los interrogantes continúan desafiando a la ciencia, que busca acercarse a la sociedad con respuestas a sus demandas.


Todo recorrido comienza con los primeros pasos

El hombre no ha sido ajeno a las fuerzas naturales; muy por el contrario, la necesidad y la curiosidad lo llevaron a observar con atención y métodos científicos a la naturaleza. Pronto se vislumbraron ciertas conexiones entre el comportamiento de los océanos y la atmósfera. Las publicaciones del Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, de la última década del siglo XIX, lo prueban. En ellas se conjetura con gran lucidez acerca de las influencias de la temperatura del mar en el clima y de las variaciones provocadas por las corrientes marinas, apoyados en las referencias de los navegantes locales. A estos últimos se atribuye la denominación de la corriente cálida que fluye intermitentemente desde el golfo de Guayaquil bordeando las costas peruanas con el nombre de corriente del Niño, por su cercanía habitual a las celebraciones navideñas.

Ya a mediados de los años 70 y con el acompañamiento de grandes avances tecnológicos, comenzaron a develarse como variables compañeras la presión atmosférica y la temperatura superficial del mar, particularmente en el océano Pacífico.

La presión parecía responder a los cambios en la temperatura del agua con un retraso de dos a tres meses, aunque persistía la duda de si ambas variables serían influenciadas por un forzante externo, sin estar realmente correlacionadas entre sí. Los años en que se observaba el calentamiento anómalo del agua del Pacífico central y oriental, que se definiría como condición El Niño, mostraban una mayor capacidad de previsión de las variables atmosféricas.

Desde entonces, el conocimiento de los procesos que condicionan en escalas de tiempo de semanas a pocos meses lo que ocurre hasta a miles de kilómetros de distancia avanzó sin pausa. Son las oscilaciones que realizan sus ciclos (descritas en la edición número 4 de Meteoros), los llamados forzantes del clima. La Oscilación del Sur-El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés) fue descripta en sus distintas fases cada vez más exhaustivamente durante las décadas de los 80 y 90, y todavía se siguen estudiando las variantes con que puede presentarse este evento climático, uno de los más populares entre la población. Pero El Niño no está solo, y los otros forzantes también cobran notoriedad a medida que se sabe más de ellos (Madden-Julian, Modo anular Austral, Dipolo del Océano Índico). Entre todos ellos se refuerzan o contrarrestan sus efectos, en una dinámica compleja y fascinante.

Sin pausa pero sin prisa

En los últimos 20 años, se produjo un fuerte desarrollo de herramientas de pronóstico estacional. A diferencia del pronóstico del tiempo diario, el estacional prevé el comportamiento de las variables en promedio para un periodo largo de tiempo (típicamente, tres meses), pero no anticipa eventos puntuales como una tormenta o un descenso rápido de temperatura tras el paso de un frente.

Los grandes centros meteorológicos en el mundo proveen sus modelos, que son analizados en los servicios meteorológicos para la elaboración de sus informes. No obstante estos grandes avances, la baja predictibilidad del sistema climático impone un nivel de incertidumbre ineludible. Esto se debe a que pequeñas variaciones en el estado inicial de la atmósfera pueden conducir a estados posteriores diferentes entre sí, que pueden hacerse más y más diferentes e incluso opuestos a medida que aumenta el plazo del pronóstico. Por eso los pronósticos suelen presentarse como escenarios más probables y a ellos se les asocia un grado de probabilidad de que ocurran.

Por lo tanto, interpretar el pronóstico ofrece un desafío doble, ya que no se trata solamente de determinar cuál será el escenario más probable, sino también de comprender qué implica el nivel de probabilidad asociado. Es importante recalcar que esta es la más alta precisión que ofrece hoy el estado del arte del desarrollo científico en el área, y por lo tanto una previsión que indique con exactitud cuántos milímetros de precipitación van a caer y dónde, sin ningún tipo de incerteza, constituye, naturalmente, un canto de sirenas (ver recuadro The Old Farmer’s Almanac). Es, entonces, imperativo comprender cuál es la validez de un producto de pronóstico y el grado de confianza con que podemos mirarlo antes de considerarlo en nuestra toma de decisiones y esto es tanto más importante cuanto mayor es la responsabilidad que involucran dichas decisiones.

¿Física o matemática?

En una clasificación amplia, los modelos pueden ser dinámicos o estadísticos. Los primeros son aquellos que resuelven las ecuaciones desarrolladas para describir el comportamiento de la atmósfera y los océanos a lo largo del tiempo, partiendo de las condiciones iniciales observadas. Cuantos más son los fenómenos que se quiere describir, mayor es la complejidad de las ecuaciones matemáticas a resolver. En principio, uno espera que estos modelos complejos representen mejor la realidad, pero por otro lado también aumentan los requerimientos de información para alimentarlos y de capacidad y tiempo de cómputo para ejecutarlos.

Los modelos estadísticos, a grandes rasgos, buscan una ecuación que describa la respuesta de una variable que se quiere pronosticar, a las variaciones en un conjunto de variables, los predictores. Esta ecuación se obtiene de analizar los valores históricos de muchos años y no contiene ninguna presunción sobre la física subyacente del problema. Por ejemplo, se busca la relación matemática entre la variable temperatura de invierno y las variables presión en superficie y en altura en otoño sin preocuparse por la complejidad del mecanismo que la ocasiona. Esa relación se usará para pronosticar la temperatura invernal de 2021 conforme se cuente con los valores de presión de otoño de ese mismo año.

Finalmente, existen también los modelos mixtos, que combinan las dos técnicas en busca siempre de un mejor y más eficiente pronóstico.

En busca de consensos

Los servicios meteorológicos se valen de las salidas de los modelos elaborados a nivel mundial para realizar sus previsiones. La experiencia de la comunidad de meteorólogos llevó a algunos países a la metodología del pronóstico acordado por grupos de expertos, que se elabora sobre la base de los modelos. Éstos son ponderados de acuerdo con la experiencia previa de su desempeño en la escala local, el cual puede ser medido y cuantificado por metodologías objetivas o, en algunos casos, analizado de forma subjetiva. Es el caso de Argentina y otros países de la región, donde cada mes se publica un informe de la previsión de las condiciones de temperatura y lluvia que predominarán en los tres meses siguientes.

En las reuniones de elaboración de este informe están presentes distintos usuarios clave del producto, que hacen sus aportes al diagnóstico y monitoreo desde sus miradas específicas. Son principalmente las instituciones relacionadas a la gestión de riesgos, así como agentes o agrupaciones del ámbito privado, como cooperativas o consorcios agrícolas.

María de Estrada, de la Oficina de Monitoreo de Emergencias Agropecuarias (OMEGA) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, observa: 

“No es un profesional diciendo lo que va a pasar, es un conjunto de expertos que están pendientes de muchos y diversos procesos y que desde ahí, y con los mejores insumos disponibles, generan este pronóstico trimestral.” 

Por su parte, los usuarios contribuyen a acercar la información meteorológica a la realidad de campo. “Creo que nuestro aporte es el de ayudar a entender cómo los procesos ocurridos o las tendencias configuran escenarios reales”, comenta de Estrada. Sin descartar que se trata también de un espacio de formación y de actualización de productos que se van incorporando al análisis.

Diego Campos, meteorólogo que forma parte del equipo de pronóstico estacional perteneciente a la Oficina de Servicios Climatológicos de la Dirección Meteorológica de Chile nos explica que en su país se realiza un pronóstico objetivo basado en los resultados de modelos dinámicos y modelos estadísticos. “A las salidas de los modelos dinámicos las calibramos con nuestras observaciones mediante un análisis estadístico”, agrega, mientras que “para los modelos estadísticos utilizamos la relación entre la temperatura superficial del mar en tres zonas diferentes del Pacífico con la precipitación y la temperatura”. Diferentes usuarios del sector público y privado participan activamente en las reuniones, informándose, despejando dudas y aportando sus datos.

De este lado de la cordillera, algunas instituciones también cuentan con datos que se incorporan al monitoreo, enriqueciendo así los análisis. Una de ellas es la Comisión Regional del Río Bermejo (COREBE), que brinda valiosa información hidrometeorológica de la cuenca, proveniente de redes provinciales con una densidad de mediciones adecuada, según nos cuenta Juan Manuel Bazán, asesor de la comisión.

Cada cual atiende su juego

 
The Old Farmer’s Almanac 
En qué creen los que creen
¿Cuál es la conexión entre los usuarios que reclaman precisión absoluta a los pronósticos meteorológicos de base científica y aquellos que confían sin cuestionamientos en las predicciones de gurúes sin preparación? Sin duda, los unen sus deseos de conocer con cualquier antelación cuál será el estado de la atmósfera y la ingenuidad de creer que esto es posible (proveniente del desconocimiento).
Un caso emblemático de estos gurúes meteorológicos es el de The Old Farmer’s Almanac, una publicación de más de 200 años de existencia ininterrumpida que obsequia a sus lectores con un pronóstico del tiempo con un año de anticipación ¡para cada día del año! y, claro, con la misma capacidad de acierto que un juego de azar. (Vale la pena conocer un poco más su historia; ver, por ejemplo, el Anexo 1 de la nota técnica: de Elía R., 2020: Reflexiones sobre los pronósticos probabilísticos de alta incertidumbre. Nota Técnica SMN 2020-66).
El caso descripto arriba es en realidad solo la punta de un témpano que incluye personas que con una formación muy superficial (o a veces no tanto) y pocos escrúpulos, ofrecen predicciones de nula utilidad. De este modo, sus interlocutores utilizan la información recibida creyéndola cierta para planificar sus actividades, sin saber que quizás el riesgo sea aún mayor que si aceptaran los límites reales de los pronósticos transmitidos por las instituciones con respaldo científico.

La agricultura, el sector energético, de la salud, del turismo; los interesados en saber qué va a pasar con las condiciones climáticas en el plazo de pocos meses son múltiples, como lo son sus demandas. Todos ellos requieren información confiable para decidir cómo administrarán de forma eficiente sus recursos y su participación es crucial para entender cuáles son esas necesidades.

Pensando en identificar y satisfacer estas demandas específicas, Paraguay implementó en el último año las Mesas Técnicas Agroclimáticas, en las que un climatólogo expone en forma presencial el pronóstico estacional a pequeños, medianos y grandes agricultores “con la posibilidad de debatir con ellos y diagnosticar las necesidades de productos relacionados al clima que ellos pudieran tener”, como por ejemplo probabilidades de ocurrencia de temperaturas por encima o debajo de determinados umbrales críticos para algún cultivo, nos cuenta Roberto Salinas, a cargo del área de Climatología en su país.

Al respecto, María de Estrada agrega que en el área de emergencias agropecuarias, la escala trimestral es fundamental porque tiene que ver con los ciclos de los cultivos y los diferentes sistemas productivos. “Nosotros tenemos que trabajar en entender la dinámica del riesgo, compuesto por condiciones ambientales muy variables pero también por los sistemas productivos y su capacidad de recuperarse de eventos adversos”, señala.

Juan Borús, que desempeña sus funciones en el Instituto Nacional del Agua, en el área de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico, expresa la misma idea al ser consultado acerca del aporte del sector a las reuniones. “Es una oportunidad para resaltar el impacto esperable de las tendencias climáticas, especialmente en áreas de mayor vulnerabilidad a las inundaciones”, explica. A su vez, recalca la importancia de tener siempre presente qué es lo normal para cada área, ya que la caracterización en terciles se apoya en esa definición.

La clave, el entendimiento mutuo

Además de la mejora continua de los modelos, los meteorólogos deben enfocar sus esfuerzos en llegar a aquellos usuarios que hoy están más apartados de la cocina del pronóstico para encontrar un idioma común en el que transmitir claramente resultados e incertezas. Interactuar con todos los sectores de la sociedad para entender qué información es relevante y cómo comunicarla, difundiendo también con claridad las limitaciones de esa información, son dos aspectos frecuentemente esquivos, pero ineludibles para que todo el proceso tenga sentido.

 

 


 



INFORMACIÓN ÚTIL