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La ruta compartida de la movilidad y mitigación del cambio climático

El transporte es un aspecto esencial de la humanidad desde siempre. Y si bien la vida como la conocemos no sería la misma sin las distintas formas de trasladarnos, el aumento de su uso tiene un protagonismo inherente a los cambios que se dan en el clima.

 

Autor: Julia Chasco



Podemos intuir la importancia del transporte en nuestras sociedades. La interdependencia tanto de la ciudadanía como de diversos sectores productivos es muy alta. La organización del sistema de transporte impacta en el desarrollo de la economía, la inclusión social y la cohesión e integración territorial.

De hecho, el aumento en la demanda y consumo de transporte suelen ser indicadores de crecimiento económico en todo el mundo. Según datos del Banco Mundial, entre 2000 y 2016 los niveles de producto mundial se incrementaron un 55 % y las exportaciones un 93 %. Las estadísticas de transporte marítimo de contenedores reflejan este proceso: entre 2000 y 2014, el tráfico de los mismos se triplicó. En relación con el transporte aéreo, el número de partidas de vuelos internacionales aumentó casi un 50 % en el mismo periodo.

Si bien son innegables los múltiples beneficios y posibilidades que los distintos tipos de transporte otorgan a nuestras sociedades, los sistemas actuales vienen acompañados de varias debilidades, entre ellas su relación con el medio ambiente.
Como muestra la tabla, la dependencia de este sector con los combustibles fósiles hace que hoy el transporte tenga un rol preponderante en los debates asociados al cambio climático. Pero ¿por qué?

 
Desde la perspectiva del cambio climático, el transporte es un sector con particular relevancia. Además de ser responsable de una parte importante de las emisiones globales, la dinámica de las mismas lo muestra como el sector de mayor crecimiento y el más acelerado, lo que significará un desafío extra en el futuro de este área.

En Argentina, según el inventario nacional de gases de efecto invernadero (GEI) del 2019, el transporte es el segundo en el ranking de dichas emisiones, con un 13,8 % del total, luego del sector ganadero. Este dato particular incluye las provenientes de la quema y evaporación de combustible en todas las actividades de transporte, independientemente del sector. Pero ¿qué se contempla de cada subsección?

  • Aviación civil: abarca el uso civil-comercial de aviones (incluyendo tráfico regular y chárter para pasajeros y carga), y aviación en general. La división entre vuelos internacionales y de cabotaje se determina en base a los lugares de salida y de llegada de cada etapa de vuelo y no por la nacionalidad de la línea aérea. En el caso de las emisiones de la aviación internacional, se estiman pero no se contabilizan dentro del inventario.
  • Transporte terrestre: emisiones que emanan del uso de combustibles en vehículos terrestres.
  • Ferrocarriles: contribución tanto en trenes de carga como de pasajeros.
  • Navegación marítima y fluvial: aporte de los combustibles usados para impulsar naves marítimas y fluviales, incluyendo aerodeslizadores y aliscafos. La división entre rutas internacionales y nacionales debe determinarse en base a los puertos de salida y de llegada y no por la bandera o nacionalidad del barco. En el caso de las emisiones provenientes de la navegación marítima y fluvial internacional, se estiman pero no se contabilizan dentro del inventario.

El siguiente gráfico evidencia el incremento relativamente sostenido de estas emisiones en nuestro país que contribuyen a la ya conocida problemática del cambio climático.

 
En la actualidad, en todas las economías del mundo el transporte contribuye significativamente a los gases de efecto invernadero. Esto indica que todos los estados tienen un desafío sin igual en materia de políticas de transporte y cambio climático. El desafío radica en el alcance de sistemas de movilidad sostenibles como área prioritaria de acción en la lucha contra el cambio climático y el desarrollo urbano sostenible e inclusivo. Esto se logra con planes de acción sectoriales.

En el caso de Argentina, el Plan de Acción Nacional de Transporte y Cambio Climático,  creado en 2017, establece tres ejes prioritarios de intervención en todos los niveles jurisdiccionales: el transporte urbano de pasajeros, interurbano de pasajeros y de cargas.

¿Cuáles son las medidas a implementar? En el caso del transporte urbano de pasajeros, las iniciativas suelen orientarse a la jerarquización de ferrocarriles, el desarrollo de movilidad de bajas emisiones (etiquetado de vehículos según eficiencia energética, promoción de vehículos con base en energías alternativas, buses eléctricos), la inversión en infraestructura para una movilidad no motorizada y la priorización del transporte público.
Para el transporte interurbano de pasajeros, las iniciativas radican en la priorización del ferrocarril y la modernización aerocomercial.

Por último, en materia de transporte de cargas, lógicamente la priorización del ferrocarril tiene protagonismo propio como iniciativa, junto con la mejora de la eficacia del transporte terrestre de carga, medida que incluye diversos programas.

Gobernanza local

En un mundo prevalentemente urbano, la estrategia ambiental bajo la cual se planifica el desarrollo de las ciudades es y será un aspecto central de la vida en comunidad en el futuro.

En esta transformación, los sistemas de movilidad urbana juegan un rol decisivo y fundamental. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las proyecciones indican que en el año 2030 el 60 % de la población mundial será urbana y el número de autos se duplicará. Más específicamente, en América Latina, el 86 % de la población vive en ciudades; esto indica que las políticas de transporte limpio estarán en el centro de la mesa de las políticas de mitigación urbana a la hora de planificar ciudades sustentables y una mejor calidad de vida asociada a la movilidad y el transporte.

 



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